sábado, 10 de diciembre de 2011

¿Te cuento una cosa?



¿Te cuento una cosa?

Hoy le ví. Era él. Andrés. Estaba como siempre, alto y delgado. Rubio y con pecas. Como siempre. Quizás un poco más malpensado que antes, pero bueno, son las hormonas...

Antes que nada fue mi mejor amigo. Luego esa enorme amistad se transformó en algo más. Pero duró poco, con eso aprendí que es mejor no mezclar sentimientos. Yo le quería, es más, le sigo queriendo, pero no como amigo. Le quiero. De verdad. Ahora entiendo lo que sienten las protagonistas de culebrones varios. Solo que en la vida real no se tiene la certeza de que la historia va a terminar bien.


De momento, nuestro reencuentro me ha hecho mucho daño. Literalmente. En una tarde de desesperación por haber perdido la oportunidad para siempre de rozar sus labios, me hice una promesa eterna. Una letra de sangre. Mi sangre. Su letra. Ahora siempre le llevaré conmigo. O al menos cuando sea una entrañable abuelita me preguntaré como me hice una cicatriz con forma de A en la pierna. Gemelo interior izquierdo. Coordenadas de amor.
En algún momento de tu vida ves a alguna chica o algún chico hacerse la inicial de su amor imposible. En ese instante puedes pensar en que están locos. Pero luego te enamoras de verdad y ya no te parece una locura. Lo haces, y si lo haces por verdadero amor no te duele. Disfrutas pensando en él y en los momentos tan bonitos que podríais compartir. Pero cuando te quieres dar cuenta ya has calcado lo suficiente, estás sangrando. Te empiezas a poner nerviosa. No sabes que hacer para ocultarlo y mucho menos que decirle a tus padres si te pillan.

Pero cuando empieza a cicatrizar es cuando te importa menos. Que digan lo que quieran. Si te critican es porque te envidian o porque no saben vivir la vida. Y créeme, lo sientes tú más por ellos que ellos por ti.

No hay comentarios:

Publicar un comentario